Pinto por deseo, no por necesidad ni catarsis, sino por el puro placer de ver, apreciar lo que antes no existía. La pintura para mí es un espacio de libertad, una forma de presencia. Un gesto abierto a la emoción, al riesgo y a lo inesperado.
Soy nómade por elección y artista por deseo. Nací en Mendoza, pero he vivido en muchos lugares dejando que cada ciudad me atraviese sin resistencias. Mi vida y mi obra están en constante tránsito, no busco fijar un estilo, sino explorar cada momento.
Estudié Economía, pero mientras más entendía el mundo a través de los números, más me atraía lo que se escapa de ellos. En el arte encontré ese margen para lo imprevisible.
Siempre empiezo a pintar con una idea en mente, pero nunca sé exactamente en qué se va a convertir. Los materiales, el color, la energía del momento… todo puede cambiar el rumbo, y casi siempre, lo que termina apareciendo supera lo que imaginaba. Es ahí donde está el encanto: en la lucha constante entre en ceder el control e intentar mantenerlo.
Trabajo en gran formato, con colores plenos, a menudo contrastados por el negro, que no uso como fondo, sino como presencia. Me interesa esa tensión entre lo oscuro y lo vibrante. No busco la perfección técnica: me obsesiona la obra en su estado más crudo y honesto.
Pintar es mi forma de habitar el mundo. En ese acto hay deseo, hay goce y hay transformación. La pintura no me explica: me revela.